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Green is the hot topic these days, and the concept
is having an impact on the way people think about
datacenters. Companies around the world are
announcing ways to save energy and reduce costs by
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buying new hardware and services. Yet, there is little
guidance on how you can take action to control energy
costs. In the past, electricity has been treated as an
overhead expense, like the cost of space. But with rising
power costs and issues regarding reliability, supply, and
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capacity, electricity requires its own specific strategy.
Projects regarding performance optimization and
cost reduction are a part of everyday best practices in
nearly every area of business. So why not treat energy
cost in the same way?
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As Information Technologies (IT) pros, many of us
make decisions about the configuration and setup of
servers, the specifications on the equipment our
organizations purchase, and the requirements for
datacenter upgrades and construction. We even provide
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early design input during application development. When
it comes to these projects, we obviously have a golden
opportunity to be green and influence the energy
efficiency of any datacenter.
The first part of any strategy is to know your current
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energy usage. You need to know where your energy is
used and by what specific equipment, as well as what
usage is efficient and what is wasteful in the datacenter.
Unfortunately, it’s rare to find power-consumption
metering in place that can break down usage to a level
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where people can see the results of their actions. Most
organizations typically only see a monthly power bill
that rolls up consumption into an overall bottom line.
This offers little incentive for saving energy since
individuals never see the impact of their decisions, and
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there is no way for them to prove that their changes
have actually saved energy.
One of the first issues people confront when
considering a green datacenter initiative is whether they
have executive support. For the purpose of the article, I
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am going to assume the answer is “not yet.” Executive
support requires a serious commitment that provides
resources and budget for your initiative. And while there
is a lot of talk about green datacenters, the reality is
that there is still often a lack of serious support at the
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executive level. If you did already have such executive
support, you would probably be running a green
datacenter right now.
Still, even assuming you are not getting the support
you need, there is a great deal you can do to push your
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green datacenter initiative forward. So how do you
determine effective actions to take in achieving your
goals? Fortunately, energy efficiency is not a new
concept and there is a lot that IT pros can learn from
other industries. […]
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Anyway, for whichever direction you choose,
planning an energy efficiency program for your datacenter
will require collaboration across groups in IT. Until
recently, the typical approach to planning IT solutions
has been to ignore power costs early on during the design
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phase, focusing on the hardware and software being
purchased, along with the labor and hosting costs of
the solution. When power is buried in the overhead cost
of running solutions in a datacenter, energy efficiency
is a low priority. Exposing the actual power being
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consumed by solutions is the first critical step in changing
the behavior of your organization.
By Dave Ohara
TechNet Magazine, October 2007
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La Unión Europea se ha comprometido a que el 10% de sus combustibles serán biológicos para 2020
Laura Villena. Servicio Especial
Bruselas. La contribución de los biocarburantes a la
mitigación del cambio climático es cada vez más
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cuestionada. Ayer, la Organización para Cooperación y
el Desarrollo Económico (OCDE) reavivó el debate con la
publicación del informe “Biocombustibles:¿es el remedio
peor que la enfermedad?”, en el que se ponen en duda la
rentabilidad y el benificio medioambiental del uso de
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combustibles biológicos.
El informe denuncia que la creciente demanda de
biocombustibles para sustituir a los carburantes fósiles
carbón, petróleo o gas natural tendrá consecuencias
económicas a nivel mundial. Pone el ejemplo del conflicto
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“comida contra combustibles”, que obligará a los
agricultores a decantarse por destinar sus campos de
cultivo a la alimentación o a la elaboración de
biocombustibles, producidos sobre todo de maíz, caña
de azúcar o cereal.
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La consecuencia de cualquier desvío de la
producción hacia la generación de energía biológica
encarecerá el precio de la comida, según el informe, que
augura ya una subida para la próxima década. Y es que,
a pesar de que son las regiones tropicales las más
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adecuadas para dedicarse a estos cultivos, el hecho de
que los productos medioambientales estén
subvencionados y cuenten con incentivos en la UE
provocará, según el texto, una destrucción de los
ecosistemas naturales, como bosques, humedales y
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pastos, en favor de las cosechas para energía biológica.
Amenaza al medio ambiente
La obsesión por los biocarburantes puede suponer una
amenaza para el medio ambiente y la biodiversidad. El
informe alerta de que se tienen en cuenta la acidificación
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de la tierra, el uso de fertilizantes, la pérdida de
biodiversidad y la toxicidad del uso de pesticidas agrícolas
durante el proceso de producción de bioetanol o biodiésel,
su impacto medioambiental “puede superar fácilmente el
de la gasolina o el diésel mineral”.
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El progresivo uso de biocarburantes creará
problemas que, según la OCDE, no aportarán a cambio
ningún beneficio medioambiental, puesto que la reducción
de las emisiones de CO
no superará el 3%.
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El empeño por preservar su liderazgo y la lucha
global contra el cambio climático han empujado a la UE a
imponer medidas y firmar compromisos de manera
desenfrenada durante los últimos años. Pero lo que un
día se firmó con el convencimiento de que era el camino
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más corto hacia la reducción de emisiones, despierta hoy más de una incógnita.
El primer ejemplo de que la UE no acaba de dar
con la fórmula para frenar el cambio climático fue el sistema
de comercio de emisiones (ETS, en sus siglas en inglés),
cuya primera fase está a punto de concluir con un fracaso
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a la espalda y la esperanza de la Comisión Europea de
que la segunda fase traiga consigo resultados.
Si los pronósticos de la FAO y la OCDE se cumplen,
al chasco del ETS podría sumarse en de unos años el de
los biocombustibles. La UE apostó por ellos el pasado
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marzo, cuando se comprometió a que al menos el 10%
de los combustibles consumidos por los automóviles
europeos sean de origen biológico para 2020. Este
compromisao supone la importación del 20% del
biocombustible necesario y el uso de 59 millones de
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toneladas de cereales __el 18% de la producción
interna__.
Segunda generación
Ante esta apuesta y los riesgos presentados en su informe,
la OCDE invita a la UE y a sus Gobiernos a intersarse por
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los biocarburantes de segunda generación – que pueden
producirse a partir de fuentes no alimentarias como
residuos agrícolas(paja) y desechos de madera__ y les
insta imponer políticas “más eficientes”, como los
impuestos sobre el carbón. Por último, llama la atención
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de “sostenible” para los biocarburantes.
La OCDE también llama a los países en vías de
desarrollo, como Brasil, de donde proceden en muchos
casos el bioetanol y otros combustibles biológicos, a
utilizar sus fuentes energéticas no sólo desde el “cómodo”
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punto de vista de la exportación, sino como la vía para
identificar nuevas formas de progreso económico, como
la investigación en bioenergía.
Más información em:
http://www.oecd.org
ABC Miércoles 12-09-2007